Sociedad teatralizada


El hombre surge de un mono que se volvió dramático, mímico, que aprendió a representar papeles. Siempre ha simulado ser más terrible o benévolo de lo que en verdad es, según el rito que ejecute, de acuerdo con el mito que encare.
La familia se convirtió en el espacio por excelencia en el cual el individuo en crecimiento aprendía lo relativo a su clase social, a su Estado, a su cultura y el significado de convertirse en hombre o mujer.
Todo desconocido, de la misma ciudad, es señalado como un extraño. Es necesario desconfiar primero para poder conocer a las personas después o en su caso, llegar a depositar en ellas una dosis de confianza calculada y siempre en suspenso. Si en una comunidad todos se conocen y la desconfianza sólo emerge por algún conflicto particular entre las personas, en la ciudad todos son, en principio, extraños, desconocidos, y la confianza es ulterior y superpuesta al recelo, a la sospecha.
No seas tan confiado, aprende a conocer a los demás (en el sentido de sospechar de sus intenciones encubiertas), son mensajes básicos que forman parte de los entrenamientos familiares; un aprendizaje destinado a participar en el juego de códigos cifrados, desciframientos, disimulos y denuncias que configuran la atmósfera cotidiana de una vida teatralizada.

Los medios de ensoñación cine y tv

Estos medios son desde su inicio predestinados a ser colectivos, no son como un libro que es un medio íntimo e individual. Desde que el cine inició con un lenguaje no verbal, recorre las calles, se encierra en sótanos y áticos, camina a campo traviesa, surca los aires llegando hasta el espacio y no se detiene bajo el mar, incluso sigue a los personajes de la oficina al dormitorio y si es necesario también al baño. El cine jamás intenta reproducir la vida cotidiana (a menos que el fin sea la crítica o denuncia de la automatización, la individualización).
El cine vincula la palabra con la acción por medio de imágenes y emociones, moviliza los afectos del espectador y se mueve en todo momento en sus escenas proyectadas a través de la mirada nostálgica, anhelante, premonitoria de un activo y sintético futuro de sus espectadores pasivos en apariencia. Es un preestreno ilusionado de la historia del futuro, como lo fue varios siglos el teatro.
El Western, como épica del siglo XX, es el prototipo conductor idealizado de la última conquista vivida como epopeya. El hombre del Oeste, norteamericano y universal a la vez, deambulaba por un amplio territorio cuyos contornos reconocía como el explorador veloz e infatigable que era. Si vivía en una comunidad, la malevolencia pronto lo extirpaba de ella para llevar la pasión de la ley a horizontes abiertos y extensos. El espectador proyecta su deseo de libertad laboral, familiar, económica, etc. desde los horizontes y espacios ahora urbanos.
La televisión es un teatro que se deja ver como cine. Es el medio que ha de traducirse a un ritmo más lento y asimilable. La tv presenta a sus personajes en distintos escenarios jugando papeles diversos, se regodea en sus parlamentos los muestran insoportables y divertidos terminando por revelar su unidad en el lento y reiterativo recorrido de una serie o telenovela.
En los programas infantiles de tv los diseñadores de ensueños controlados asocian, por ejemplo, el deseo de volar, con la capacidad tecnológica de defender la democracia norteamericana y su poder hegemónico encubierto bajo la capa entérica del mundo libre, dentro de un estilo de vida cómodo debido a la automatización de servicios en la vida cotidiana urbanizada, vinculado todo ello con agradables comerciales de juguetes y golosinas. Con una sofisticación apenas ligeramente mayor, este tipo de esquemas se reproducen también en los programas que dirigen a los padres de estos niños.
En conjunto, las películas de aventuras para cine y TV proporcionan un ritmo de máxima libertad e intensidad en las acciones que contrasta con la estrechez de las rutinas definidas al obedecer las reglas de los papeles cotidianos, tanto los dominantes (desde posiciones de poder) como los subordinados (desde la ambición de un poder que no se tiene).

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